Me gusta correr, porque cuando lo hago, experimento que, en cierto modo, no estoy aquí. Me percibo en otro universo diferente. Siento que conecto solo conmigo mismo, es como una dimensión espiritual en la que me siento más conectado conforme más corro. He corrido por 24 horas seguidas sin parar, y aunque me percibo cansado, me siento intensamente yo en todo ese tiempo.
Durante esta #pandemia descubrí que, aunque correr es una de mis pasiones en la vida, me limitaba a escuchar lo que encontraba en cada sendero, en cada camino, entre los cerros y las #montañas. Ahí que aproveche el tiempo para no hacer mis rutas corriendo, sino ahora caminando. Entonces fue revelarme sintiendo el viento, mirando el amanecer, sentir la belleza de la vida, pero también escuchar los misterios de la existencia. Correr va la mano con mi proyecto de vida, pero caminar, hace que todo se sienta en paz.
Cuando hice cumbre por primera vez en el Pico de Orizaba, me vi enfrentado a diferentes retos, desde la falta de equipo, como también el cansancio provocado por el sueño y el frio. Subes varios kilómetros, para alcanzar una cumbre, no hay atajos y todo el tiempo vas cuesta arriba, ahí tienes dos opciones, una es bajar al campamento, para intentarlo en otra ocasión o tener que seguir adelante asumiendo los riesgos. Ese fue para mí un dilema. Tener que elegir entre seguir o renunciar me puso en una angustia, porque por un lado quería seguir, pero por otro no quería arriesgarme. En ese momento recordé a Nietzsche quien da a conocer el origen de la tragedia, y que, dicho con palabras de Yaqui Martínez (2012), “la palabra tragedia originalmente significaba el enfrentamiento al destino de la existencia tal cual es, crudo y sin disfraces; es la realidad tal y como se nos presenta, sin un carácter de “bueno” o “malo”. Lo trágico es que es una realidad que debe enfrentarse, de la que no es posible huir”. La #filosofía que se aprende en la montaña, va mucho de la mano con los principios filosóficos de la existencia, por algo #Nietzsche y #Heidegger, gustaban de caminar en campo abierto, porque conforme uno lo hace, se pueden admiran las situaciones que nos producen angustia, las cuales son vistas como una oportunidad de abrir nuevas posibilidades y explorar oportunidades que, al no haber sido descubiertas, quizás nos habríamos perdido de los milagros de existir.
¿Pero qué entiendo por existir? Existir provine del latín existere que se puede entender, ‘salir’, ‘nacer’, ‘aparecer’. Ahí que inicie el texto refiriéndome a que cuando corro, existo, pero que cuando camino, lo hago de una manera completamente diferente. Cuando hice cumbre en el Pico de Orizaba, lo hice llorando. Incluso me recuerdo alcanzar la cumbre y ahí en la parte más alta del país, me deje caer de rodillas, para besar la nieve, alzar la mirada al cielo azul, que me hacía sentir tan pequeño, y en esa sensación de insignificancia, me quebré, llore. Llore, porque dicha experiencia la recibí con enorme felicidad. Es un llanto de algo que en ese momento me duele y que sin embargo la fuente es la felicidad de haberme superado a través de varios obstáculos, y que el entorno que hay en mí, me hace descubrirme venciendo mis propios límites. Aunque sentí miedo, no me permite atemorizarme, aunque desee regresar al refugio con el resto del grupo, no me rendí porque quería seguir adelante, pese a las circunstancias, como lo era la noche, la nieve, el frio e incluso estar bajo 0, lo mire como una oportunidad de adaptarme a cada una y al mismo tiempo estar sintiendo un gran poder, por ende, que llorar se convierte en un lujo para aflojar la tensión que experimente por todo este recorrido, pero sobre todo porque es un lujo que me permito hacer, para sentir mi propia fuerza. Ahora, por otro lado, también se hizo presente mi frustración, porque aun con estas demostraciones de gran poder, y a pesar de sentirme en la grandeza, era como si una parte de mi se estuviera evidenciando como si no hubiese logrado, NADA.
Contar con un proyecto en vida, en donde me vea venciendo y superando obstáculos que me hagan ir más allá de mis límites, son fundamentales para que sienta que yo existo. Es algo que deseo, porque es como descubrir que mi existencia es la nada. Y que cuando logro concretar una meta, como ese día lo hice al alcanzar la cumbre en el Pico de Orizaba, me apropio de mi existencia, aunque sea por unos instantes. Porque existo desde el momento en que tomo mi mochila para salir del refugio, existo cuando comienzo a dar los primeros y los últimos pasos del trayecto. En todo ese recorrido, yo existo, pese que a existir es una nada, o justo existo porque me reconozco desde la nada, y me lanzo a algo. Yaqui Martínez (2012) “Plantea que para Sartre el tiempo importante es el futuro. El ser humano es un proyecto que se lanza a si mismo hacia lo que será: un constante devenir: un continuo proceso en movimiento”. En consecuencia, que la nada la percibo cuando estoy abajo, sin dar ese primer movimiento, y al SER, lo miro cuando estoy en la cumbre. Sartre refiere esta experiencia como un continuo proceso en movimiento, como el hecho de ser arrojados, pero yo prefiero decir que somos un recorrido. Es decir, somos el ir, el existir, no es la nada y tampoco es el ser, somos más bien una nada en busca de algo, queriendo ser algo. Somos lo que emerge entre esos instantes, ahí que en ese recorrido el existente se hace presente.
Entonces, en todo este recorrido, entre la nada y la cumbre, entre el ser y la nada, emerjo, existo, y es cuando me doy cuenta de cómo es que, para existir, el no ser, la nada, se convierte en angustia y la angustia en el combustible de mi existencia. Y, aunque me gusta cómo se lee lo anterior, el telón de esta obra llamada vida, revela la tragedia de la existencia. Porque si me miro en una nada que me propulsa a ser, el ser es algo que jamás alcanzare. Lo que escribo, me hace recordar a Søren Kierkegaard, existiendo y existiendo, lo imagino escribiendo sus libros con una enorme soledad, con una enorme depresión, con una enorme ira, con una enorme tristeza, orillándose a dejar a Regina Olsen, porque estaba completamente enamorado de ella. Y así mismo experimento yo la nada cuando llego al todo, pero creo que así es la existencia. Porque finamente, la experiencia de existir no es algo que se pueda quedar fijo, siempre está emergiendo a todo momento. Y el SER, es lo que está ocurriendo.
Entre el ser y no ser, entre la nada y el ser, la línea es muy fina, se llama existencia, y así es, o al menos yo así la entiendo, y hay que intentar mirarlo como algo natural de nuestra naturaleza humana. De acuerdo con Yaqui Martínez (2012) “La condición humana consiste en estar siempre en tensión, jalado por diferentes opuestos que constituyen y generan la energía fundamental para vivir”. Existir es mirar por el precipicio, y sentir el vértigo de lo desconocido, pero igual del asombro. Existir, es la nada que quiere ser algo. Es sentir el vacío de una nada que quiere ser algo y nunca puede serlo, es la soledad, es el absurdo, el sinsentido, la libertad. Es la tensión que se expresa con angustia ante la experiencia de vivir. Somos el movimiento, la línea, la dirección, el recorrido.
Porque estando ahí arriba, me descubrí que sigo siendo una nada, pero al mismo tiempo me hizo ver con unos ojos diferentes la oportunidad de seguir explorando nuevos recorridos. La tragedia de existir sigue dándole motor a mi existencia, porque con cada nuevo esfuerzo por salir de la nada, evidencio una de las condiciones humanas, la cual se caracteriza por el carácter de absoluta finitud. Porque existir, también significa que siempre me estará faltando algo. Porque todo esto, esta vida en la que intento seguir existiendo, ni siquiera me es propia, pero sí soy lo que emerge, lo que me determina, en medida que yo voy eligiendo la actitud de elegir ser quien ser. La muerte marca ese límite, pero mientras no llegue, seguimos existiendo.
Cuando suelo compartir mi experiencia, la gente se expresa con horror por todo el desgaste físico y emocional que implica hacer una cumbre, pero cuando escucho sus comentarios, me hace imaginar el horror de no haberme dado la oportunidad de descubrir lo que hay ahí arriba en las nubes. Así pues, cuando miro a otros haciendo lo mismo, intentar estar existiendo desde lo que más les apasiona, me digo a mí mismo, ellos son adictos, unos adictos a existir.
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