Una Conducta de Riesgo, como su nombre lo dice, es una acción o comportamientos que cualquier persona lleva a cabo que pone en riesgo la vida de una persona, tanto a nivel personal, emocional y físico.
Dentro de las conductas de Riesgo se considera el consumo desmedido de drogas, el sexo sin protección, actos de violencia y peleas, anorexia u obesidad, cutting (acción de cortas partes del cuerpo), intento de suicidio, entre otros.
Muchas de estas conductas son llevadas a cabo por jóvenes – y no tan jóvenes - que se encuentran explorando y descubriendo el mundo y muchas veces desconocen los peligros y el riesgo en el que ponen su integridad como personas.
Buscar prohibir o coartar la libertad de un adolescente puede ser contraproducente, pero muchas veces parece la mejor forma de evitar que se hagan daño. A veces la desesperación nos lleva a tomar una respuesta aparentemente rápida como correrlos de la casa, hablarle a una patrulla o internarlos en un centro de rehabilitación.
¿Pero qué podemos hacer realmente para ayudar a un adolescente que está poniendo en riesgo su vida o integridad?
Es un proceso complejo en el que tanto la persona que se pone en riesgo como sus familiares deben recibir ayuda profesional. Atender una Conducta de Riesgo desde la perspectiva terapéutica Existencial puede abrirnos una visión esperanzadora y ofrecer posibilidades y soluciones a lo que hasta ahora ha sido tratado únicamente con el enfoque determinista de “la adicción, la enfermedad o trastorno mental”.
Desde el Enfoque Terapéutico Existencial, la "conducta" de Alto Riesgo no es vista como un “problema a resolver”, sino más bien como el “síntoma” de algo mucho más profundo como dolor existencial, culpa, falta de sentido de vida, angustia, desesperación y soledad. Y merece ser explorado y mencionado.
Es a través de una exploración emocional y relacional, de la búsqueda de una conexión consigo mismo, con los otros y con el entorno, que la persona que incurre en una de estas conductas, pueda encontrar la contención, las herramientas y la resiliencia necesarias para hacer una transición hacía una vida más consciente y encaminada a la búsqueda del bienestar.
Si de verdad quieres ayudar a un adolescente en riesgo, tal vez debes pensarlo dos veces antes de llevarlo por el camino de una inexistente enfermedad mental, o de un innecesario internamiento, que dé como resultado una vida llena de estigmatización y ausencia de su poder personal para salir adelante.
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